sábado, 14 de mayo de 2011

¿Quién decide qué es normal? ¿Qué es normal?

   El otro día hice en clase una pregunta acerca de la normalidad, bien, pues aquí dejo el texto por el cual se me vino a la mente esa pregunta y muchas otras. El texto está sacado de uno de mis libros favoritos llamado "El tiempo entre costuras" de María Dueñas. Es texto que aquí dejo quizás sea un poco largo pero a mi entender merece la pena.

Aún estaba a tiempo de decir que no, de plantarme y gritar hasta aquí hemos llegado. Aquél no era mi mundo: al infierno para siempre todos ellos.

Dejarlo todo y volver a la normalidad: sí, aquélla sin duda era la mejor opción. El problema era que ya no sabía dónde encontrarla. ¿Estaba la normalidad en la calle de la Redondilla de mi juventud, entre las muchachas con las que crecí y que aún peleaban por salir a flote tras perder la guerra?¿se la llevo Ignacio Montes el día en que se fue de mi plaza con una máquina de escribir a rastras y el corazón partido en dos, o quizá me la robo Ramiro Arribas cuando me dejó sola, embarazada y en la ruina entre las paredes del Continental?¿Se encontraría la normalidad en el Tetuán de los primeros meses, entre los huéspedes tristes de la pensión de Candelaria, o se disipó en los sórdido trapicheos con los que ambas logramos salir adelante? ¿ Me la deje en la casa de Sidi Mandri, colgada con los hilos del taller que con tanto esfuerzo levanté?¿Se la apropió tal vez Feliz Aranda alguna noche de lluvia o se la llevó Rosalinda Fox cuando se marchó del almacén del Dean´s Bar para perderse como una sombra sigilosa por las calles de Tánger?¿Estaría junto a mi madre, en el trabajo callado de las tardes africanas?¿Acabó con ella un ministro depuesto y arrestado o la arrastro quizá consigo un periodista a quien no me atreví a querer por pura cobardía?¿Dónde estaba, cuándo la perdí, que fue de ella? La busqué por todas partes: en los bolsillos , por los armarios y en los cajones; entre los pliegues y las costuras. Aquella noche me dormí sin hallarla.
Al día siguiente desperté con una lucidez distinta y apenas entreabrí los ojos, la percibí: cercana, conmigo, pegada a la piel. La normalidad no estaba en los días que quedaron atrás: tan solo se encontraba en aquello que la suerte nos ponía delante cada mañana. En Marruecos, en España o en Portugal, al mando de un taller de costura o al servicio de la inteligencia británica; en el lugar hacia el que yo quisiera dirigir el rumbo o clavar los puntales de mi vida, allí estaría ella, MI NORMALIDAD. Entre las sombras, bajo las palmeras de una plaza con olor a hierbabuena, en el fulgor de los salones iluminados por lámparas de araña o en las aguas revueltas de la guerra. La normalidad no era más que lo que lo que mi propia voluntad, mi compromiso y mi palabra aceptaran que fuera y, por eso, siempre estaría conmigo. Buscarla en otro sitio o quererla recuperar del ayer no tenía el menor sentido.

1 comentario:

  1. La letra me vueRve loco!. A parte, estoy de acuerdo. Cada uno marcamos nuestra lo que es nuestro propio, mm, "ámbito normal", pero también he de decir algo: ¿Te has encontrado en alguna situación en la que tu estás haciendo algo y que estás seguro/a de que alguien que no eres tú no lo haría? Pues ahí alomejor ya entramos en que todos los de una misma sociedad tenemos un camino normal, pudiendo mirarlo desde la rareza tal vez.

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